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Alerta, calor extremo. Las consecuencias del cambio climático en la semana del clima

La mayoría de las personas ya estamos concienciadas sobre el peligro que supone el calentamiento global, pero la realidad es que no somos plenamente conscientes de hasta dónde puede llegar el calor extremo


Después de un mes de marzo inusualmente lluvioso y un abril bastante caótico también, estamos deseando que llegue el “buen tiempo”. Aunque es un término bastante subjetivo. Según si eres del team frío o el team calor, el verano puede parecerte una bendición o una tortura. Pero si hay algo en lo que ambos bandos deben estar de acuerdo es en que, en realidad, el calor que estamos viviendo en los últimos veranos no es normal y, que, por desgracia, el calor extremo y todo lo que ello conlleva no ha hecho más que empezar.

Si pensamos en olas de calor podemos imaginar algunas de sus consecuencias. Deshidrataciones, mareos, cultivos perdidos por las altas temperaturas… Pero todo eso simplemente es lo que vemos en la superficie. El calor excesivo puede tener otras muchas consecuencias y lo peor es que nuestro cuerpo y nuestra economía, entre otros factores, no están preparados para hacer frente a lo que podría estar por llegar.

Antes de parecer demasiado apocalípticos, es importante dejar claro que no está todo perdido. Si tomamos las medidas pertinentes para combatir el calentamiento global, no nos libraremos de una gran subida de las temperaturas, pero puede que no lleguemos a un calor extremo tan peligroso como el que ahora se augura. Eso sí, hay que empezar a tomar medidas ya. Cuanto más lo pospongamos, más difícil será evitar algunas de esas consecuencias que ya han empezado a dejarse notar.

2024 fue un año infernal, por si no te habías dado cuenta

En España, 2024 fue el tercer año más cálido desde que se empezaron a tomar registros en 1961. Solo lo superan 2022 y 2023. Tuvimos una temperatura media de 15 ºC, lo cual supone aproximadamente 1,1 ºC más que la media del periodo ubicado entre 1991 y 2020. 

Estos datos son para España, pero a nivel global se muestran si cabe peores. En 2024 se batieron récords terribles. Se considera el año más caluroso a nivel global desde que existen registros. Y lo peor es que, por primera vez, se superaron los 1,5 ºC por encima de las temperaturas preindustriales. Esta es una cifra muy importante. Una barrera con la que debemos tener mucho cuidado.


calor en 2024
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), ha publicado un avance de las principales características climáticas de 2024 en España. Fue un año extremadamente cálido y también húmedo, aunque con diferencias regionales en cuanto a las precipitaciones.

¿Pero por qué esa cifra y no otra?

En diciembre de 2015, 196 países firmaron el Acuerdo de París. Este fue un tratado en el que se comprometían a tomar las medidas necesarias para evitar que la temperatura global del planeta supere los 2 ºC por encima de la temperatura anterior a la Revolución Industrial. No olvidemos que con dicha revolución llegó ese aumento de emisiones de gases de efecto invernadero que ha contribuido al calentamiento global que poco a poco nos está trayendo este calor.

Se debe evitar que la temperatura global suba demasiado; pues, si lo hace, puede ser ya muy complicado dar marcha atrás. Se estableció como límite máximo la cifra de 2 ºC, aunque también se señaló que, preferiblemente, se debía evitar subir por encima de los 1,5 ºC. Nos habíamos mantenido a duras penas, pero en 2024 ya no fue posible. Esa primera barrera que nos avisa del peligro de lo que llega después ya se ha superado. Afortunadamente fue solo durante unos días, pero debe servirnos como toque de atención.

¿En serio 2 ºC son para tanto?

Puede parecernos que un aumento de 2 ºC de temperatura es poca cosa. Si ayer hubo 23 ºC y hoy hay 25 ºC, ya lo tenemos. No es tan grave, ¿no? Pero sí lo es, ya que no estamos hablando de lo mismo. Y es que, cuando hablamos de temperatura global, en realidad nos referimos a algo conocido como temperatura de equilibrio radiativo.

Es algo mucho más uniforme, que se calcula según la ley de Stefan-Botzmann. Esta señala que existe una relación matemática entre la temperatura y la energía emitida desde el planeta a través de radiación. Por eso, midiendo dicha energía podemos calcular la temperatura global.

No la que hay en un lugar determinado en un momento concreto. Se trata de un dato mucho más difícil de perturbar; pero, aun así, lo estamos perturbando. ¿Y sabes qué es lo peor?

Nuestro cuerpo no está preparado para este calor infernal

Los seres humanos somos animales homeotermos. Esto quiere decir que tenemos la capacidad de mantener una temperatura más o menos constante, independientemente de la climatología.

Es decir, no importa si ahí fuera hay 5 ºC o 40 ºC. Nuestro cuerpo suele estar siempre en torno a los 36,5 ºC. Para ello contamos con varios mecanismos. Por ejemplo, tiritar cuando hace frío nos ayuda a calentarnos y sudar cuando hace calor a enfriarnos.

Sin embargo, según un estudio publicado recientemente por científicos de la Universidad de Ottawa, nuestro cuerpo también tiene un límite, y poco a poco lo estamos alcanzando.

Básicamente, lo que hicieron fue exponer a un grupo de 12 personas a condiciones extremas de temperatura y humedad. La humedad también es importante precisamente por nuestro mecanismos de refrigeración a través del sudor. Este es muy sencillo. Cuando hace mucho calor, liberamos sudor a través de las glándulas sudoríparas. Este no deja de ser mayormente agua que se queda sobre la superficie de la piel. Una vez ahí, debe evaporarse, pero para ello necesita calor.

¿Y de dónde lo saca? Efectivamente, de nuestro cuerpo. Son todo ventajas, pero hay un problema. Si el aire que nos rodea ya está saturado de humedad, no puede captar más, por lo que el sudor se nos queda en la piel y no llega a evaporarse, de modo que no conseguimos enfriarnos.

Estos voluntarios se sometieron a temperaturas y porcentajes de humedad crecientes. La mayoría de ellos experimentaron un incremento de su temperatura corporal a partir de los 42 ºC y un 57 % de humedad.

Algunos, de hecho, tuvieron que abandonar el experimento antes de llegar a las 9 horas que debería haber durado. Por lo tanto, si esto se mantiene al mismo ritmo, con un calor extremo y aire cargado de humedad, nuestro organismo no podría mantenernos a salvo mucho tiempo. Y lo peor es que, según los autores de ese mismo estudio, hay muchas regiones ahora habitables que pronto podrían dejar de serlo precisamente por eso.

Ojo, que el calor extremo nos afecta de maneras inimaginables

Ya hemos adelantado que, en realidad, el calor extremo es mucho más que mareos, golpes de calor y problemas en los cultivos. Podemos sufrir sus consecuencias a otros muchos niveles. Por ejemplo, dos casos curiosos son el de los perros que detectan explosivos y el de las donaciones de sangre.

El calor extremo puede dificultar la conservación y el transporte de las muestras de sangre. Incluso habiendo donantes, será mucho más difícil que estas lleguen en buen estado a su destino. 

Lo primero lo descubrió el año pasado un equipo de científicos de la Universidad Tecnológica de Texas. Al analizar los límites olfativos de un grupo de perros entrenados para detectar explosivos en distintas condiciones ambientales, vieron que a medida que aumentaban el calor y la humedad su sensibilidad olfativa disminuía notablemente.

Obviamente, al ser algo mucho más específico, no es tan grave como la cantidad de personas que pueden sufrir golpes de calor por culpa del calentamiento global. No obstante, si un perro no puede detectar una bomba en un aeropuerto también pueden morir muchas personas.

En cuanto a las donaciones de sangre, en un estudio reciente de científicos de la Universidad de Sunshine Coast y de la Cruz Roja Australiana Lifeblood, se señala que las consecuencias del cambio climático, como el calor extremo y las inundaciones, podrían dificultar mucho las donaciones de sangre en muchos puntos del planeta.

Esto se debe, por un lado, a la dificultad de los donantes para proporcionar sangre a los centros de transfusiones. En lugares inundados, muchas personas podrían estar incomunicadas. Además, si se propagan las enfermedades infecciosas transmitidas con mosquitos, habría menos posibles donantes, ya que las personas infectadas no son aptas para donar.

El calor extremo y el agua estancada generan un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de algunos mosquitos que hasta hace poco estaban restringidos a unas pocas regiones tropicales.

Por otro lado, el calor extremo puede dificultar la conservación y el transporte de las muestras de sangre. Incluso habiendo donantes, será mucho más difícil que estas lleguen en buen estado a su destino. 

Para evitar todo esto, debemos combatir el cambio climático

El tema de los perros y las donaciones de sangre es algo muy específico. Los golpes de calor son mucho más conocidos. Pero, en general, el calor extremo causará muchas muertes en los próximos años. Los científicos llevan tiempo enviándolo.

De hecho, según un estudio publicado el año pasado por científicos de la Universidad de Monash, en las tres décadas anteriores a 2019 murieron alrededor de 153.000 personas por culpa del calor extremo. Las condiciones eran mucho menos desfavorables que las que se esperan en un futuro cercano. Por eso, esa cifra tan terrorífica podría acabar quedándose pequeña. 

La solución ya la hemos visto una y otra vez. Debemos combatir el cambio climático con todas las herramientas de las que disponemos. Es la única forma de ganarle el pulso al calor extremo. Desde luego, es la única manera de dejar un planeta habitable a las generaciones venideras. 

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