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Seguramente en algún momento de tu vida has deseado controlar el clima, para que no lloviese el día de esa excursión tan esperada, para que nevase y evitar ir al examen o simplemente para que se seque tu ropa a tiempo.
Controlar el clima ha sido uno de los sueños más persistentes de la humanidad, desde las danzas de la lluvia hasta las películas de Hollywood donde científicos locos manipulan huracanes, la idea de dominar las fuerzas atmosféricas nos ha invadido a todos alguna vez.
La realidad científica actual es mucho más modesta, no podemos crear tornados a voluntad ni detener huracanes con un botón, pero sí tenemos tecnologías que pueden influir localmente en algunos fenómenos meteorológicos.
Los datos científicos actuales indican que la «geoingeniería» o ingeniería climática abarca técnicas reales, probadas, y en algunos casos ya implementadas. Sin embargo, la diferencia entre lo que es posible y lo que es deseable o seguro es aún un abismo.
La investigación en geoingeniería ha recibido más de 2.000 millones de dólares en financiación global durante la última década. Esta cifra, aunque significativa, es minúscula comparada con los 100.000 millones anuales que se invierten en energías renovables.
Desde un punto de vista de viabilidad económica, las tecnologías actuales para controlar el clima se encuentran en fase inicial de desarrollo. Algunas funcionan a escala local, otras son teóricamente posibles pero económicamente inviables, y muchas permanecen en el reino de la especulación científica.
¿Qué significa realmente «controlar el clima»?
Hablar de controlar el clima suena casi a ciencia ficción. No creas que es, ni mucho menos, como accionar un interruptor para decidir si mañana lloverá o hará sol. En realidad, se parece más a intentar guiar un río desbordado con pequeñas presas, puedes influir en su curso, pero nunca dominarlo del todo.
Existen tres niveles diferentes de intervención climática.
- La modificación meteorológica local (como la siembra de nubes)
- La gestión climática regional (como la reforestación masiva)
- La geoingeniería global (como la gestión de radiación solar)
De estos tres niveles, solo el primero ha demostrado resultados predecibles. Países como China, Estados Unidos o Emiratos Árabes Unidos llevan tiempo trabajando en la siembra de nubes para aumentar las precipitaciones o dispersar la niebla, una práctica que combina ciencia, tecnología y mucha observación del entorno.
Sin embargo, cuando hablamos de controlar el clima a escala mundial, el terreno se vuelve incierto. Las propuestas de geoingeniería global siguen siendo experimentales. Desde fertilizar océanos con hierro hasta crear una especie de “parasol” atmosférico que refleje parte de la radiación solar, las ideas abundan, pero ninguna ha pasado de la teoría a la práctica masiva eficiente.
Y tal vez sea mejor así. Manipular el equilibrio climático del planeta sin conocer todas sus consecuencias podría ser tan arriesgado como apagar un incendio con gasolina.
A pesar de los avances científicos, el clima sigue siendo un sistema complejo, interconectado y sensible, donde cada acción genera reacciones difíciles de prever. El desafío no está en controlar el clima, sino en entenderlo lo suficiente para adaptarnos con inteligencia y reducir nuestro impacto.
Porque al final, más que dominar el clima, lo que realmente necesitamos es aprender a convivir con él..
¿En qué punto está la investigación a nivel mundial?
La investigación en geoingeniería avanza a gran velocidad en todo el mundo, los principales focos de innovación, como hemos comentado, se concentran en Estados Unidos, Reino Unido, China y varios países nórdicos. Instituciones de prestigio como el MIT, Harvard, Oxford o la Universidad de Beijing lideran proyectos ambiciosos con presupuestos millonarios, centrados en encontrar soluciones tecnológicas para mitigar los efectos del cambio climático.
Un dato curioso con el que me encontré investigando para este artículo es que entre 1979 y 1981 en España la OMM coordinó un proyecto de siembra de nubes que no se pudo llevar a cabo, el análisis y observación de las nubes no fueron propicias para la siembra.
Además, la inversión privada está experimentando un crecimiento exponencial en inversión en este tipo de tecnologías para controlar el clima, demostrando que este campo ya no es solo una apuesta científica, sino también una oportunidad económica de enorme potencial.
Tecnologías reales de geoingeniería
Más allá de la ciencia ficción, existen tecnologías de geoingeniería para controlar el clima que funcionan, están probadas, y en algunos casos se utilizan comercialmente. La investigación disponible sugiere que estas técnicas tienen potencial real, aunque con limitaciones importantes.
1. Siembra de nubes
La siembra de nubes consiste en introducir partículas (generalmente yoduro de plata) en nubes existentes para estimular la precipitación. Es la técnica de modificación climática más antigua y probada, utilizada desde los años 1940.
China opera el programa de siembra de nubes más grande del mundo. Cubre 5,5 millones de kilómetros cuadrados y emplea a más de 35.000 personas. Se estima que aumenta las precipitaciones entre un 5-15 % en las zonas tratadas.
Los Emiratos Árabes Unidos han invertido 200 millones de dólares en programas de siembra de nubes. Sus resultados muestran incrementos de precipitación del 10-35 % en áreas específicas durante la temporada de lluvias.
2. Captura directa de CO2
La idea de “capturar” el CO₂ directamente del aire puede hacer que imagines un gran aspirador absorbiendo el aire contra el cambio climático, esta tecnología en realidad ya existe, pero el problema es de magnitud, cómo pasar de “capturar algunas toneladas al año” a “miles de millones de toneladas al año” sin que el coste, el consumo energético o los efectos secundarios la hagan inviable.
La empresa Climeworks gestiona hoy plantas en Islandia que extraen del aire miles de toneladas de CO₂ al año. Pero para que tenga impacto real sobre la atmósfera estamos hablando de escalas miles de veces mayores. Y ahí aparece el problema, los costes actuales de captura de CO2 están en el orden de aproximadamente 1.000 USD por tonelada, una cifra que hace difícil imaginar esta tecnología a escala global, sin un esfuerzo enorme de inversión y mejoras tecnológicas.
Investigadores y empresas trabajan para reducir ese coste aspirando a llegar a ~250-350 USD por tonelada para 2030, mediante su tecnología de tercera generación. Pero millones de toneladas al año aún parecen lejos, y los modelos de eliminación de CO₂ global requieren capturar decenas de miles de millones de toneladas al año para marcar la diferencia.
En España, el CSIC participa de forma importante en investigación de captura de CO₂ mediante procesos como el “calcium looping”, lo que demuestra que tenemos actividad científica en este campo.
La captura directa del aire es una vía prometedora, pero aún demasiado costosa, y el largo camino para escalarla exige avances tecnológicos, inversión, y un claro reconocimiento de que no reemplaza las reducciones de emisiones, sino que más bien necesita acompañarlas.
3. Gestión de radiación solar
La gestión de radiación solar (SRM) pretende reflejar parte de la luz solar antes de que caliente la Tierra. Las propuestas incluyen inyectar partículas en la estratosfera, blanquear nubes marinas, o instalar espejos espaciales.
- La inyección estratosférica de aerosoles es la propuesta SRM más estudiada. Imitaría el efecto de erupciones volcánicas grandes, que pueden enfriar el planeta durante años.
- Los costes estimados de SRM son sorprendentemente bajos. Enfriar el planeta 1°C mediante aerosoles estratosféricos costaría entre 1.000-10.000 millones anuales, una fracción del gasto militar mundial.
- Los riesgos de SRM son potencialmente enormes. Cambios en patrones de lluvia, daños a la capa de ozono, y dependencia tecnológica permanente son preocupaciones legítimas.
4. Modificación oceánica
Los océanos son los verdaderos pulmones azules del planeta. Absorben alrededor del 25 % del dióxido de carbono (CO₂) que emitimos a la atmósfera y retienen cerca del 90 % del exceso de calor generado por el calentamiento global. Por eso, cualquier cambio en su funcionamiento puede tener consecuencias enormes sobre el clima.
Una de las ideas más estudiadas dentro de la geoingeniería marina es la fertilización oceánica. Consiste en añadir nutrientes, principalmente hierro, a ciertas zonas del océano para estimular el crecimiento del fitoplancton, estas algas diminutas pueden absorber CO₂ mediante la fotosíntesis. En teoría, más fitoplancton significa más carbono capturado. Sin embargo hay estudios que indican que estas pueden no ser tan eficientes como parece.
Otra propuesta es el enfriamiento oceánico, que busca bombear agua fría desde las profundidades hacia la superficie. Esto podría reducir la temperatura en áreas concretas, aunque sigue siendo una idea más teórica que real, y con posibles efectos colaterales aún desconocidos.
En España, el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) investiga procesos oceánicos relacionados con el clima, aunque su trabajo se centra sobre todo en comprender cómo funcionan los sistemas marinos de forma natural, antes de plantear cualquier intervención a gran escala.
Los mitos que debemos desterrar
La geoingeniería despierta fascinación y miedo a partes iguales, pero también muchos malentendidos. Distinguir la ciencia de la fantasía es clave para entender su verdadero potencial y sus límites.
1. Espejos espaciales, ciencia ficción cara
La idea de colocar enormes espejos en el espacio para reflejar la luz solar suena espectacular, pero es económicamente imposible. Para bajar la temperatura global solo un grado se necesitarían espejos del tamaño de México, y el coste superaría los 100 billones de dólares, más que todo el PIB mundial. Además, mantenerlos en órbita sería un desafío tecnológico fuera de nuestro alcance. Los estudios coinciden, es posible en teoría, pero inviable en la práctica.
2. El mito del control total del clima
El clima no es una máquina que podamos encender y apagar. Es un sistema caótico donde pequeños cambios pueden tener efectos inesperados en todo el planeta. No podemos “apagar” huracanes ni “encender” lluvias a voluntad. Incluso las intervenciones locales podrían alterar precipitaciones en otras regiones.
3. Soluciones mágicas no existen
Ninguna tecnología resolverá el cambio climático por sí sola. La captura de CO₂ y la gestión de radiación solar (SRM) podrían ayudar, pero todavía faltan décadas de desarrollo y una fuerte reducción de costes. Además, la geoingeniería no sustituye la descarbonización, solo puede ser un apoyo complementario.
Investigación sobre geoingeniería actual en España
España participa en investigación geoingeniería principalmente a través del CSIC y universidades técnicas. Los proyectos españoles se centran en captura de CO2, modificación de nubes, y estudios de impacto climático.
- Con el proyecto CLEAN clinKER se desarrollan tecnologías de captura de CO2 específicas para la industria cementera. Con presupuesto de 12 millones de euros, busca reducir costes de captura a 50-100 euros por tonelada.
- La Universidad Politécnica de Madrid investiga modificación de nubes mediante drones. El proyecto piloto en Castilla-La Mancha ha mostrado incrementos de precipitación del 8-12 %.
- El Instituto Español de Oceanografía estudia fertilización oceánica natural. Sus investigaciones se centran en entender procesos existentes antes que en intervenciones artificiales.
Cronograma realista de desarrollo futuro
- 2025-2030: Fase de investigación intensiva. Mejora de tecnologías existentes, reducción de costes, y estudios de riesgo exhaustivos.
- 2030-2035: Primeras implementaciones limitadas. Proyectos piloto de captura de CO2 a escala comercial y programas de siembra de nubes expandidos.
- 2035-2040: Evaluación de resultados. Análisis de efectividad y riesgos de tecnologías implementadas. Decisiones sobre escalamiento.
- 2040-2050: Posible despliegue selectivo. Implementación de tecnologías probadas como seguras y efectivas, probablemente combinadas con reducción de emisiones.
La geoingeniería representa una herramienta potencial en la lucha contra el cambio climático, pero no una solución mágica. Su desarrollo requiere investigación rigurosa, debate ético amplio, y marcos regulatorios robustos.
El futuro climático probablemente combinará reducción de emisiones, adaptación, y geoingeniería selectiva. La clave está en desarrollar estas tecnologías responsablemente mientras trabajamos en la transición hacia una economía baja en carbono.


