Índice del artículo:




La agricultura regenerativa en zonas áridas está demostrando que es posible cultivar en tierras consideradas improductivas, utilizando técnicas que capturan agua, mejoran el suelo y crean microclimas favorables, con casos exitosos en África, Australia y Oriente Medio.
Cuando hablamos de alimentar a una población mundial creciente, solemos mirar hacia las tierras fértiles tradicionales. Pero hay una revolución silenciosa ocurriendo en algunos de los lugares más inhóspitos del planeta. Agricultores pioneros están transformando desiertos en oasis productivos, no con tecnología futurista, sino con técnicas que trabajan con la naturaleza, no contra ella.
Lo que más me fascina no es solo la posibilidad técnica, sino las implicaciones económicas y geopolíticas. Si podemos cultivar en zonas áridas de forma sostenible y rentable, el mapa agrícola mundial podría redibujarse completamente en las próximas décadas.
No estamos hablando de milagros ni de transformaciones de la noche a la mañana. Es un proceso medido en años, a veces décadas. Pero los resultados que estamos viendo sugieren que merece la pena prestar atención, especialmente desde España, donde la aridez es una realidad creciente en muchas regiones.
¿Pueden los desiertos convertirse en despensas alimentarias?
Sí, mediante técnicas específicas de captación de agua, mejora de suelos y creación de microclimas, zonas con menos de 250 mm de lluvia anual están produciendo alimentos, aunque requiere inversión inicial significativa y paciencia de entre 3 a 7 años para ver resultados comerciales.
La pregunta no es si es posible una agricultura regenerativa en zonas áridas, porque ya está sucediendo. La pregunta real es a qué escala y con qué modelo económico. Analizaremos proyectos desde el Néguev israelí hasta el Sahel africano, y veremos que hay patrones comunes.
La ciencia detrás de la transformación
El principio fundamental es engañosamente simple, en las zonas áridas, el problema no es siempre la falta total de agua, sino su distribución irregular y la incapacidad del suelo degradado para retenerla. Cuando llueve en el desierto, y llueve más de lo que pensamos, el agua se pierde por escorrentía o evaporación.
No es simplemente añadir nutrientes al suelo; es reactivar la vida microbiana que hace posible la agricultura
Las técnicas regenerativas para zonas áridas se centran en cambiar esta dinámica. Mediante estructuras de captación de agua como swales (zanjas de infiltración), bunds (pequeños diques) y terrazas, se frena y distribuye el agua de lluvia. Con el tiempo, esto recarga los acuíferos locales y crea bolsas de humedad en el suelo.
Pero captar agua es solo una parte de la ecuación. El suelo desértico suele estar biológicamente muerto. Aquí entra la materia orgánica como compost, mulch o estiércol. No es simplemente añadir nutrientes; es reactivar la vida microbiana que hace posible la agricultura. Un gramo de suelo sano contiene miles de millones de microorganismos. Un gramo de suelo desértico, casi ninguno.
Casos de agricultura regenerativa en zonas áridas que están funcionando hoy
El proyecto de Yacouba Sawadogo en Burkina Faso es quizás el más documentado. Este agricultor ha transformado 40 hectáreas de tierra desertificada en un bosque productivo en 30 años. Su técnica, una versión mejorada del tradicional «zaï» (hoyos de plantación), es ahora replicada por miles de agricultores en el Sahel.

En Australia, Geoff Lawton convirtió 5 hectáreas de desierto salino en Jordania en un sistema productivo en 3 años. El proyecto, documentado exhaustivamente, produce dátiles, higos, granadas y hortalizas, utilizando técnicas de permacultura adaptadas a condiciones extremas.
Más cerca de casa, el proyecto AlVelAl en el sureste español está regenerando 630,000 hectáreas de tierras semiáridas en Almería, Granada y Murcia. Aunque no es desierto puro, las precipitaciones de 200 a 300 mm anuales lo clasifican como zona árida. Los agricultores participantes reportan mejoras en retención de agua y productividad tras de 3 a 5 años de prácticas regenerativas.
Los números que importan
Desde una perspectiva de inversión, estos son los datos clave que he podido recopilar:
La inversión inicial varía enormemente según el contexto.
- En proyectos africanos, hablamos de una inversión de 500 a 1,500 euros por hectárea.
- En proyectos con más infraestructura, como los israelíes, la inversión puede llegar de 5,000 a 10,000 euros por hectárea.
La recuperación de la inversión aproximadamente comienza entre el año 3 y 5, con rentabilidad completa entre los años 7 y 10.
La inversión aproximadamente comienza entre el año 3 y 5, con rentabilidad completa entre los años 7 y 10
Los rendimientos, una vez establecidos, pueden ser sorprendentemente competitivos. Se ha medido producciones de 2 a 3 toneladas de grano por hectárea en zonas con 250 mm de lluvia, cuando la agricultura convencional consideraría imposible cultivar con menos de 400 mm.
¿Qué técnicas específicas funcionan en zonas áridas?
Las técnicas clave incluyen cosecha de agua lluvia, agroforestería adaptada, uso intensivo de mulch orgánico, cultivos perennes resistentes, pastoreo holístico y creación de microclimas mediante diseño inteligente del paisaje.
Después de revisar decenas de proyectos, hemos identificado un conjunto de técnicas que consistentemente dan resultados en zonas áridas. No es una receta única; es más bien una caja de herramientas que se adapta a cada contexto.
Cosecha y conservación de agua, la base de todo
Todo empieza con el agua. Pero no hablamos de grandes presas o sistemas de riego convencionales. Las técnicas más efectivas son sorprendentemente low-tech. Los swales, por ejemplo, son simplemente zanjas que siguen las curvas de nivel. Cuando llueve, el agua se acumula en estas zanjas y se infiltra lentamente, creando franjas de humedad que pueden durar meses.
Las «medias lunas» son otra técnica fascinante. Son pequeñas estructuras semicirculares de tierra que capturan agua y sedimentos. En Níger, agricultores han recuperado 5 millones de hectáreas usando esta técnica simple. El costo es mínimo, el impacto enorme.
El mulching (cobertura del suelo) es crítico en zonas áridas. Una capa de 10 a 15 cm de material orgánico puede reducir la evaporación hasta un 70 %. En proyectos analizados, la diferencia entre parcelas con y sin mulch es drástica, el suelo mantiene humedad semanas después de la última lluvia.
Hay que seleccionar cultivos. No todo vale
Aquí es donde muchos proyectos fallan. Intentar cultivar tomates en el desierto es posible, pero raramente sostenible o económico. Los proyectos exitosos se centran en cultivos adaptados, por ejemplo, árboles frutales resistentes como granados, higueras, algarrobos; granos antiguos como sorgo, mijo, quinoa; leguminosas fijadoras de nitrógeno.
La clave es empezar con especies pioneras extremadamente resistentes que mejoren el suelo y creen microclima. Una vez establecidas, se pueden introducir gradualmente especies más productivas pero menos resistentes. Es un proceso de sucesión dirigida que puede tomar entre 5 y 10 años.
Integración animal, cerrando ciclos
En contra de lo que se pueda creer, los animales son cruciales en la regeneración de zonas áridas. Pero no hablamos de sobrepastoreo. El pastoreo holístico, desarrollado por Allan Savory, usa rebaños densos por periodos cortos para imitar el comportamiento de las manadas salvajes.
- Los animales compactan ligeramente el suelo (mejorando infiltración)
- Depositan estiércol (fertilidad)
- Y rompen la costra superficial del suelo (permitiendo germinación)
La introducción correcta de animales acelera la regeneración en 2 o 3 años comparado con exclusión total.
¿Cómo cambiaría el mapa agrícola mundial si funciona?
La transformación exitosa de zonas áridas podría añadir millones de hectáreas productivas, alterando balances comerciales agrícolas, reduciendo presión sobre bosques tropicales y creando nuevos polos de producción en África y Asia Central.
Pensemos en las implicaciones a escala. Las tierras áridas y semiáridas cubren aproximadamente el 40 % de la superficie terrestre. Si solo el 10 % de estas tierras se volviera productiva mediante técnicas regenerativas, estaríamos hablando de añadir el equivalente a toda la superficie agrícola de Europa.
Nuevos actores en el tablero global
Los grandes beneficiarios serían países con vastas extensiones áridas actualmente improductivas. África subsahariana podría pasar de importadora neta a exportadora de alimentos. Países como Níger, Mali, o Chad, actualmente entre los más pobres del mundo, tendrían una ventaja competitiva única.
Australia, con su enorme interior árido, podría multiplicar su producción agrícola. Los países del Golfo, actualmente dependientes de importaciones para más del 80 % de sus alimentos, podrían alcanzar niveles significativos de autosuficiencia.
Pero no sería un juego de suma cero. La demanda global de alimentos seguirá creciendo. Más bien, veríamos una diversificación de fuentes de producción, lo que podría estabilizar precios y reducir la vulnerabilidad del sistema alimentario global.
¿Cuál sería el impacto en mercados tradicionales?
Para exportadores tradicionales como España, el impacto sería mixto. Por un lado, habría más competencia en ciertos productos. Por otro, la experiencia y tecnología españolas en agricultura en zonas secas como Almería, serían altamente valoradas. Ya hay empresas españolas de riego y gestión agrícola que se están expandiendo en mercados africanos y mediorientales.
El comercio agrícola podría regionalizarse más. Si el Sahel puede producir sus propios alimentos, la dependencia de importaciones europeas disminuiría. Pero esto también reduciría presión migratoria y crearía mercados más estables para productos de mayor valor añadido.
Los precios de commodities básicos podrían estabilizarse o incluso bajar ligeramente con más tierras en producción. Pero productos especializados y de calidad mantendrían su premium. La clave para países como España sería moverse hacia arriba en la cadena de valor.
Beneficios ambientales globales
Más allá de la producción de alimentos, la regeneración de zonas áridas tendría impactos climáticos significativos. Los suelos son el segundo mayor reservorio de carbono después de los océanos. Suelos degradados liberan carbono; suelos regenerados lo capturan.
Cálculos conservadores sugieren que regenerar el 10 % de tierras áridas podría secuestrar entre 10 y 15 gigatoneladas de CO2, equivalente a 2 o 3 años de emisiones globales actuales. No es la solución completa al cambio climático, pero es una pieza significativa del puzzle.
¿Está España preparada para liderar esta transformación?
España tiene ventajas únicas como experiencia en agricultura con poca agua, pero necesita acelerar la transición antes de que la aridificación progresiva limite opciones, aprovechando conocimiento acumulado en regiones como Almería y Murcia.
España se encuentra en una posición peculiar. Por un lado, somos líderes europeos en agricultura en condiciones secas. Por otro, enfrentamos una aridificación progresiva que podría reducir nuestra ventaja competitiva tradicional.
La experiencia española: activo a capitalizar
El «milagro de Almería» que lleva 50 años produciéndose, es relevante pero diferente. Allí se usó tecnología intensiva (invernaderos, riego por goteo) para maximizar producción con poca agua. Es un modelo exitoso pero con limitaciones, alta inversión, dependencia de inputs externos, problemas de sostenibilidad a largo plazo.
La agricultura regenerativa en zonas áridas ofrece un camino complementario. Menor inversión inicial, mayor resiliencia, mejor para el suelo a largo plazo. No reemplazaría el modelo intensivo, pero podría aplicarse en las vastas áreas donde los invernaderos no son viables.
Ya hay experiencias prometedoras:
- El proyecto AlVelAl que mencioné antes, está demostrando viabilidad en el sureste español
- Agricultores en Aragón y Castilla-La Mancha están experimentando con técnicas regenerativas
- La Fundación Aland en Extremadura ha transformado 3,000 hectáreas degradadas en dehesa productiva
Oportunidades de liderazgo tecnológico y formativo
España podría posicionarse como hub de conocimiento en agricultura regenerativa para zonas áridas. Nuestras universidades agrarias, centros de investigación como el CSIC, y empresas tecnológicas tienen el expertise necesario.
Existen ya varias áreas donde España podría liderar:
- Desarrollo de variedades adaptadas a aridez extrema, sistemas de monitoreo y gestión precisos para agricultura regenerativa
- Formación y consultoría para proyectos internacionales
- Y financiación verde especializada en transformación de zonas áridas
El mercado potencial es enorme. Solo en África, se estima que hay 300 millones de hectáreas de tierras degradadas potencialmente recuperables. Si España captura incluso el 1 % de este mercado en servicios y tecnología, hablamos de miles de millones en oportunidades de negocio.
Riesgos y urgencia de actuación
Sin alarmismos, pero siendo realistas, el 75 % del territorio español está en riesgo de desertificación según el Ministerio para la Transición Ecológica. No es un proceso uniforme ni inevitable, pero sí una tendencia que debemos tomar en serio.

La buena noticia es que tenemos las herramientas. La agricultura regenerativa no es teoría; está funcionando en condiciones similares o peores que las nuestras. La cuestión es escala y voluntad. Necesitamos proyectos piloto ambiciosos, formación masiva de agricultores, y marcos regulatorios que incentiven la transición.
El timing importa y mucho. Cuanto antes empecemos, más opciones tendremos. Esperar a que la degradación avance hace la recuperación más costosa y lenta. Es la diferencia entre prevención y cura, y en temas de suelo, la prevención es infinitamente más barata.
Una oportunidad que no podemos ignorar
La agricultura regenerativa en zonas áridas no es una solución mágica, pero representa una oportunidad real de expandir la frontera agrícola sosteniblemente, con España en posición única para liderar si actuamos con visión y determinación.
Puedo afirmar que pocos países tienen el potencial transformador de la agricultura regenerativa en zonas áridas como España, que lleva más de 50 años innovando en este área. Lo interesante es que este área aborda simultáneamente varios de nuestros mayores desafíos: seguridad alimentaria, cambio climático, degradación de suelos, pobreza rural.
No necesitamos convertir el desierto en jardín de la noche a la mañana
Los casos de éxito demuestran viabilidad técnica. Los números sugieren viabilidad económica con inversión apropiada. El imperativo climático y demográfico hace que sea no solo deseable, sino necesario.
Deberíamos empezar con proyectos piloto bien monitoreados, construir casos de negocio sólidos, y escalar gradualmente. No necesitamos convertir el desierto en jardín de la noche a la mañana. Pero sí necesitamos empezar el viaje, «como dice el Cholo, partido a partido», paso a paso, hectárea a hectárea, con la mirada puesta en un futuro donde los desiertos florecen y alimentan al mundo.


