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Los seres humanos llevamos miles de años perfeccionando el arte de la construcción. Hemos logrado construir catedrales majestuosas, grandes rascacielos y hasta anfiteatros convertidos en estampas irrompibles por el paso del tiempo. Sin embargo, cuanto más avanza la construcción, más nos damos cuenta del impacto que tiene sobre el planeta. Sobre todo los métodos y materiales más actuales. El cemento, por ejemplo, es esencial para levantar nuevos edificios, pero su huella de carbono es inmensa, como también lo es la de otros materiales, como el acero. Estos pueden ser sustituidos por materiales sostenibles. Su uso, es lo que se conoce como bioconstrucción. ¿Pero de dónde nace?
Para empezar, se calcula que edificar un metro cuadrado de superficie supone la liberación de 441 kg de gases de efecto invernadero equivalentes a dióxido de carbono. Construir una sola casa, por lo tanto, ascendería a varias toneladas.
Hace años que se conoce el problema que entraña todo esto. Por eso, en las Cumbres del Clima y otras reuniones similares se han ido debatiendo y pautando medidas para intentar solucionar el problema. Buscando nuevos materiales, o incluso procesos alternativos para obtener los que ya se venían utilizando, se han conseguido reducir las emisiones. De hecho, según Naciones Unidas, las emisiones del sector de la construcción han dejado de crecer en 2025 por primera vez desde 2020.
Pero aún no es suficiente. Incluso si las emisiones dejasen de crecer y se estabilizasen a las cifras actuales, seguirían siendo cifras demasiado elevadas para lo que puede aguantar el planeta. Se debe invertir más en bioconstrucción y materiales sostenibles. Si no, el crecimiento de estos datos no tardará en volver.
Más cifras preocupantes sobre el sector de la construcción
A pesar de los avances mencionados, el sector de la construcción sigue consumiendo el 32 % de la energía mundial y contribuyendo al 34 % de las emisiones mundiales de CO2. Además, ciertos materiales, como el cemento y el acero, son responsables del 18 % de las emisiones mundiales y una fuente importante de residuos de la construcción. De hecho, el sector de la construcción es responsable del 50 % de la contaminación de los vertederos y del 40 % de la contaminación del agua potable.
Si sumamos todas estas formas de contaminar, vemos que se está ensuciando el planeta desde su superficie hasta su atmósfera.

¿Por qué es tan urgente recurrir a la bioconstrucción?
Hay varias formas en las que el sector de la construcción puede contaminar nuestro planeta. Vamos a centrarnos especialmente en cuatro, aunque hay algunas otras que, sin tener una influencia tan grande, suman sus respectivos granos de arena. Nunca mejor dicho.
Estas cuatro formas de contaminar del sector de la construcción son la liberación de polvo, la emisión de gases de efecto invernadero, la contaminación acústica y la contaminación del suelo.
Liberación de polvo
La contaminación del aire no consiste solo en la liberación de gases de efecto invernadero. Es cierto que son estos los que contribuyen mayormente al calentamiento global. Pero también hay partículas que afectan a la calidad del aire y, con ella, a nuestra salud. Son, generalmente, partículas muy pequeñas, conocidas como PM10 y PM2.5 con motivo de su peso molecular. Al ser tan pequeñas, pueden penetrar profundamente en el sistema respiratorio, causando enfermedades pulmonares. Aunque también generan irritación en los ojos, las mucosas o la piel, por ejemplo. Incluso se han relacionado con el desarrollo de algunos tipos de cáncer.
Además, pueden depositarse sobre las plantas, dificultando la fotosíntesis, o afectar a la calidad del agua.
En construcción, tanto para la obtención de materiales en las canteras como durante la propia edificación, se liberan muchas de estas partículas al aire. El viento ayuda a desplazarlas a grandes distancias, por lo que el problema no se sitúa solo en torno a estos dos puntos. El uso de materiales cuya obtención no requiera la liberación de tanto polvo es una medida muy importante. Muchos de estos también son materiales sostenibles, por lo que solucionan un doble problema. Son muy importantes dentro del campo de la bioconstrucción.
Liberación de gases de efecto invernadero
Las fábricas en las que se obtienen materiales para la construcción son de las más contaminantes. En el caso del cemento, por ejemplo, se requiere someter sus ingredientes a temperaturas altísimas, en un proceso conocido como calcinación. Los hornos en los que se llevan a cabo consumen muchísima energía, para lo cual normalmente se recurre a combustibles fósiles, con todo lo que eso conlleva. De hecho, solo las emisiones de la calcinación suponen un 7 % de las globales. Poco a poco se están introduciendo algunas fuentes renovables, pero la proporción de las mismas sigue siendo mínima en comparación con el gigante de los derivados del petróleo.
Si a eso le sumamos las emisiones de los vehículos que transportan estos materiales hasta los puntos de venta y las obras, tenemos una gran emisión de gases de efecto invernadero.
Contaminación acústica
La contaminación acústica es posiblemente la que más desapercibida pasa siempre. Hasta hace poco podríamos decir que pasaba algo parecido con la contaminación lumínica, pero a esta se le está empezando a prestar más atención. Sin embargo, ya hay mucha más concienciación al respecto. En cambio, la contaminación acústica sigue pareciendo algo benigno, a pesar de que puede ser muy peligrosa.
Los ruidos, por encima de ciertos límites, afectan al descanso y pueden generar estrés crónico, causando múltiples problemas de salud. También pueden estresar a la fauna urbana, provocando la pérdida de algunas especies. Es cierto que esto no es un problema que se deposite en la atmósfera o en los acuíferos, pero también es contaminación y también se tiene en cuenta en el ámbito de la bioconstrucción.
Contaminación del suelo
Muchos de los materiales que se usan en construcción, desde el cemento hasta las pinturas, contienen ingredientes contaminantes, que pueden acumularse en el suelo o filtrarse, llegando en algunos casos al agua subterránea. Todo esto también es peligroso, tanto para el planeta como para la salud de las personas y la fauna y flora de la zona.
Si a todo esto le sumamos la deforestación, está claro que la construcción trae muchos problemas. Algunos no pueden solventarse simplemente con materiales sostenibles. Un cemento menos contaminantes no va a evitar la deforestación. Pero, desde luego, es un gran punto de partida. Por eso, hay muchos científicos centrados en el desarrollo de nuevos materiales de construcción.
¿Cuáles son esos nuevos materiales sostenibles?
Uno de los principales materiales que se deberían sustituir o, al menos, preparar de otra forma, es el cemento. Se considera el material más utilizado en el mundo después del agua, pero ya hemos visto que puede ser muy contaminante a muchos niveles. Por si fuera poco, para dar lugar al hormigón, el cemento se mezcla con grandes cantidades de arena, un material que, aunque nos parezca ubicuo, es limitado en la Tierra. Por eso, es importante buscar alternativas, especialmente si son biodegradables.
Algunos de los materiales biodegradables que se han usado para preparar cemento y hormigón más sostenibles son los siguientes:
- Cáscara de arroz: La ceniza obtenida de la combustión de la cáscara de arroz ha mostrado ser un buen sustituto de la arena en la preparación final del hormigón. La mezcla final es igualmente resistente a las fuerzas de compresión y tiene una gran durabilidad.
- Algas: Al reforzar el cemento con algas marinas, se aprovecha su alta capacidad fotosintética para captar CO2. Los primeros prototipos se han obtenido con ayuda de herramientas de inteligencia artificial que validan cuáles son las mejores mezclas y aceleran mucho el proceso.
- Pañales y compresas: En 2023 se hicieron pruebas con una mezcla de pañales y compresas desechados, previamente limpios, por supuesto, como sustituto de la arena para dar consistencia al hormigón. Se comprobó que los pañales podrían sustituir un 10 % de la arena del hormigón empleado para fabricar columnas y vigas en una casa de tres pisos. En cambio, si la casa fuese de un solo piso, el porcentaje podría aumentar hasta un 27 %. Además, en las paredes divisorias se podría sustituir un 40 % de la arena, y en los suelos y el pavimentado de jardines un 9 %. Todo ello, con los restos de un producto que supone 900.000 toneladas de residuos al año.
No todo son materiales biodegradables, pero la economía circular también importa
Los materiales biodegradables no son los únicos que pueden ayudar a que la construcción sea menos contaminante. La economía circular también es muy útil en el ámbito de la bioconstrucción y ahí entra claramente en juego el hormigón fino reciclado.
Se trata de hormigón preparado con escombros y restos de demoliciones y plantas de construcción. Así, se introduce la construcción en la economía circular, se minimizan los residuos y se evitan algunos de los procesos industriales previos que más contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero.
¿Qué más se tiene en cuenta en la bioconstrucción además de los materiales sostenibles?
Los materiales sostenibles son uno de los grandes pilares de la bioconstrucción. Sin embargo, con un solo pilar esta no puede sostenerse. Ya hemos visto que ni los materiales ni los gases de efecto invernadero son los únicos problemas medioambientales que entraña la construcción. Por eso, se deben tener en cuenta otras cuestiones.
- Elegir la ubicación adecuada: Hemos visto que la deforestación es uno de los grandes problemas de la construcción. Por eso, la bioconstrucción no busca ocupar los entornos, sino integrar las edificaciones en ellos. Se eligen los enclaves teniendo en cuenta desde la arquitectura de otros edificios cercanos hasta la morfología del terreno o la vegetación circundante. Así, se puede hacer que todo quede más homogéneo. El de la vegetación es un ejemplo muy claro. En vez de eliminarla, se añade la que ya hay en los jardines de las urbanizaciones.
- Distribuir los espacios para minimizar el gasto de energía: Si los espacios se orientan teniendo en cuenta las condiciones climáticas de la zona y no únicamente lo que vaya a quedar más vistoso, se puede minimizar el gasto de energía de las personas que viven allí. Estancias en las que incide el sol a las horas adecuadas pueden permanecer más cálidas sin necesidad de calefacción, por ejemplo. Incluso las pinturas utilizadas pueden ser útiles. En los últimos años se han estudiado varias opciones de pinturas tan blancas que reflejan la mayor parte de las radiaciones solares que inciden sobre ellas.
- Aprovechar los recursos naturales: La bioconstrucción busca, sobre todo, reducir el consumo de energía del área de la construcción. Pero esto no incluye solo la edificación. También el consumo posterior de las personas que ocuparán esos edificios. Por eso es tan útil el aprovechamiento de recursos naturales; por ejemplo, dotando los edificios de placas solares para la obtención de electricidad.
- Usar más materiales sostenibles: Todos los materiales que hemos visto anteriormente constituyen el último pilar de la bioconstrucción. Pero, para terminar, aunque tengamos la vista puesta en el futuro, quizás también deberíamos echar un vistazo al pasado.

Los romanos tenían mucho que enseñarnos
Recientemente se ha publicado un estudio en el que se señala la receta del cemento que utilizaban en la Antigua Roma. Ese cemento que ha perdurado miles de años, a pesar de que las construcciones de otras civilizaciones posteriores han desaparecido por completo.
Este era muy similar al que utilizamos en la actualidad. Para su elaboración es necesario el calcio, que se endurece y da robustez. Hoy en día, por ejemplo, el material principal del cemento con el que se prepara el hormigón es la caliza, compuesta principalmente por carbonato de calcio. También son necesarios el silicio y el aluminio, que hoy en día se obtienen de la arcilla. Todos estos materiales deben someterse, como ya hemos visto, a temperaturas muy altas en un proceso de calcinación, para dar lugar al clínker, que es el componente principal del cemento Portland, el más usado en construcción.
Los romanos también usaban calcio, silicio y aluminio, pero lo obtenían de otros materiales. El calcio procedía de la cal viva, formada por óxido de calcio, y el silicio y el aluminio de unas cenizas volcánicas conocidas como cenizas puzolanas. Durante mucho tiempo se pensaba que la cal que se empleaba era lo que se conoce como cal apagada. Pero la clave estaba precisamente en la cal viva. Y es que la principal propiedad de la cal viva es que, al entrar en contacto con agua, reacciona muy violentamente, transformándose en cal apagada, que es hidróxido de calcio, y generando mucho calor. Esta es la clave, porque ya no había que calentar los materiales externamente. Se calentaban por sí solos cuando se mojaban.
Eso supone acelerar mucho los procesos y reducir el consumo de energía. Pero, por si no fuera suficiente, también hace que el cemento sea mucho más resistente, ya que no toda la cal viva reacciona. Así, si en algún momento se hacen grietas en las edificaciones, cuando entren en contacto con agua, ya sea deliberadamente o por los fenómenos climáticos, la cal viva se calentará y pondrá de nuevo en marcha el endurecimiento.
Los romanos no tenían ni idea de los términos “bioconstrucción» o “materiales sostenibles”. Pero inconscientemente contribuían mucho a ello. No solo porque tenían en cuenta la orientación de las edificaciones o los lugares en los que las construían. También porque, al construir edificios más duraderos, estaban reduciendo la necesidad de consumir energía y gastar materiales en construir más. Eso es lo que deberíamos copiar. Y, de hecho, en parte ya lo hacemos. Los materiales autocurativos ya existen, aunque sea de forma experimental. Contienen microorganismos que, cuando se activan, fabrican carbonato de calcio, que contribuye a tapar las grietas. Esta es una de las líneas a seguir de la construcción.
En vez de fijarnos en esa parte más bélica e invasora de los romanos, deberíamos prestar atención a sus dotes para la construcción. De eso también sabían un rato y puede contribuir a hacer un mundo mejor.


