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Consumo responsable: la guía definitiva para elegir productos sostenibles

Para llevar a cabo un. consumo responsable es importante tener en cuenta algunos trucos que nos ayuden a elegir productos sostenibles y a adquirirlos con cabeza


Si queremos poner nuestro granito de arena para ayudar al medioambiente, debemos empezar por llevar a cabo un consumo responsable. Las grandes empresas, los gobiernos y las instituciones tienen mucho más poder que nosotros, es cierto. Pero como consumidores también tenemos un papel muy importante en la lucha contra el cambio climático, la conservación de los ecosistemas y todo lo que repercute sobre la salud de nuestro planeta. 

Ese consumo responsable comienza por elegir productos sostenibles cuando vamos a hacer la compra. Sin embargo, aunque este es un término que escuchamos a menudo, a veces cuesta definirlo con exactitud. ¿Qué son los productos sostenibles? ¿En qué debemos fijarnos a la hora de elegirlos? ¿Existen los productos 100 % sostenibles?

Estas y otras preguntas son las que deberíamos hacernos cada vez que nos propongamos consumir cualquier tipo de producto. Es imposible hacerlo todo perfecto. De hecho, empezando por la última pregunta, no existen productos 100 % sostenibles. Al menos no para todas las personas.

Por suerte, hay opciones mucho mejores que otras y que, además, se adaptan a nuestras necesidades de forma que no tengamos que sacrificarlo todo por el planeta. Solo se trata de poner un granito de arena que, al sumarlo al del resto de consumidores, se convierte en una montaña. Vamos a ver, por lo tanto, cuáles son esos consejos que debemos seguir para llevar a cabo un consumo responsable.

Para un consumo responsable, elige producto local

Si queremos llevar a cabo un consumo responsable lo primero que necesitamos es reducir nuestra huella de carbono. Esto se puede hacer de muchas formas; pero, desde luego, elegir productos de proximidad siempre es una gran opción.

Y es que el transporte de los alimentos constituye el 19 % de las emisiones de carbono del sistema alimentario. Si elegimos productos cuyo transporte sea mínimo, estaremos reduciendo mucho esa contribución al calentamiento global y todo lo que eso conlleva.

Muchas instituciones sitúan en los 100 km la distancia máxima para que un producto sea de proximidad

No hay una regla generalizada que establezca hasta qué distancia de su origen se considera que un producto es de proximidad. Sin embargo, muchas instituciones sitúan dicha cifra en los 100 kilómetros. De todos modos, cuanto menos mejor. Eso está claro.

Además, elegir productos de proximidad tiene otra ventaja muy positiva y es que se evita, por ejemplo, el consumo de alimentos procedentes de especies que pueden considerarse invasoras. Es lo que pasa con las semillas de chía. Estas proceden de una planta de Hispanoamérica y en España ya se han dado casos en los que, al acabar las semillas en los sistemas de desagüe, llegaron hasta el cauce de los ríos, provocando que esta planta crezca y compita por los recursos del suelo con las que son autóctonas. 

¿Y qué hacemos para elegir un producto de proximidad?

Normalmente, lo ideal es ir a tiendas pequeñas. Por ejemplo, siempre será mejor comprar fruta en una frutería de barrio que en un supermercado.

En esos establecimientos es mucho más común que los productos sean de proximidad. Además, para llevar a cabo un consumo responsable, también es importante leer las etiquetas.

Debemos buscar el origen del producto, pero con cuidado, ya que a veces lo confundimos con el lugar en el que se ha procesado. Puede que un producto venga de Paraguay pero se haya procesado en una fábrica a 100 kilómetros. El transporte ha sido el mismo, por lo que no es un producto de proximidad, ni muchísimo menos.

Consume más fruta y verdura y menos carne

Para que llegue a nuestra mesa un filete de ternera se libera 100 veces más carbono a la atmósfera que para hacer lo propio con un kilo de tomates. En general, los vegetales son productos mucho más sostenibles que la carne. Por eso, una de las principales recomendaciones para que velemos por el planeta y realizar un consumo responsable, es justamente esa: aumentar la cantidad de fruta y verdura en nuestra dieta y disminuir la de carne. No se trata necesariamente de hacernos vegetarianos, pero sí mucho menos carnívoros. 

Vigila los materiales

Algo que puede parecer obvio, pero que no siempre tenemos en cuenta, es la cuestión de los materiales. Si damos prioridad a los productos fabricados con materiales reciclados estaremos haciendo un consumo mucho más responsable.

Esto suele ir indicado en las etiquetas. Debemos tener cuidado con el greenwashing, ya que a veces pueden vendernos como reciclado algo que solo tiene una pequeña parte confeccionada con este tipo de materiales.

Por otro lado, a veces es más fácil elegir materiales reciclables que reciclados. Es el caso del cartón, que siempre será mejor opción que el plástico. Con este último, debemos asegurarnos de que es un plástico reciclable. Esto suele ir indicado en la etiqueta con un triángulo dibujado a base de flechas, en cuyo interior se encuentra un código.

Este último es un número del 1 al 7 que indica de qué plástico se trata y cuál es su facilidad de reciclaje. Por ejemplo:

  • El 1 se corresponde con el PET, ampliamente reciclado
  • El 2 es el HDPE, que se recicla bastante habitualmente
  • En cambio, el 3 es el PVC, bastante difícil de reciclar
  • Después nos encontramos con el 4, que se corresponde con el LDPE, cada vez más reciclado
  • El 5, el PP, que también se va reciclando cada vez un poco más
  • A continuación viene otro bastante difícil de reciclar, el PS, bajo el número 6
  • Por último, el 7 se refiere a otros tipos de plástico, por lo que no es fácil conocer su reciclabilidad
tipos de plástico
Códigos de plástico reciclable. Wikimedia Commons.

Finalmente, algo que también debemos tener en cuenta es que los materiales se puedan separar. Por ejemplo, hay envases de yogur que tienen la información del producto en un cartón pegado sobre el plástico. Para que sea fácilmente reciclable, estas partes deben separarse con facilidad. Si no, es posible que desechemos todo junto y eso hace imposible su reciclado. 

Cuanto más reutilices, mejor

Es importante dar prioridad a los productos reutilizables, especialmente si sustituyen a otros confeccionados en materiales como el plástico. Por ejemplo, los discos desmaquillantes lavables en vez de los tradicionales de usar y tirar o las bolsas de tela en lugar de las de plástico siempre serán buenas opciones de consumo responsable.

Además, incluso si se trata de productos desechables, lo ideal es evitar el plástico. Por ejemplo, los cubiertos de madera son opciones mucho mejores que los de plástico.

Elige bien tus envases para hacer un consumo responsable

Aproximadamente el 36 % de los plásticos que se producen van destinados a los envases. Por supuesto, los productos sostenibles son aquellos con la menor cantidad posible de estos plásticos. Y es que, por mucho que se puedan reciclar, no todos esos envases tienen ese destino. Es por eso por lo que, para un consumo responsable, siempre será mejor recurrir a productos con envases de papel o, directamente, sin envases.

Aproximadamente el 36 % de los plásticos que se producen van destinados a envases

Está claro que a veces los envases no son necesarios. ¿Quién necesita unos gajos de mandarina envueltos en plástico si la piel de la fruta ya hace de envase natural? Pues cuidado, porque aquí entra en juego eso de que un producto sostenible puede variar de unas personas a otras. Hay consumidores que sí necesitan esos envases. Por ejemplo, pacientes con problemas de movilidad que no son capaces de pelar esa mandarina o freír ese huevo por sí mismos.

Antes de criticar que la industria los fabrique, debemos pensar que sí hay gente que necesita esas facilidades. Si no es nuestro caso, la solución es que seamos nosotros los que no compremos esos productos y los dejemos para esos casos concretos. Así, serán productos sostenibles para todos. 

Infórmate sobre la empresa que fabrica el producto

No siempre es fácil conocer las prácticas que realizan las empresas a la hora de fabricar sus productos. De hecho, algunas abusan del greenwashing y nos hacen creer que la mayoría de sus prácticas son sostenibles cuando, en realidad, usan solo unas pocas de esas prácticas como telón para tapar el grueso de su actividad.

Pero sí que es vox populi que hay algunas empresas cuya forma de trabajar no es en absoluto sostenible. Buen ejemplo de ello es el de las compañías de fast fashion. 

De cualquier modo, más que evitar ciertas empresas, a veces la clave está en consumir con cabeza. Pensarnos varias veces si de verdad necesitamos un producto que vamos a comprar. El consumo responsable también se basa en eso, en saber cuándo debemos consumir. Eso no quiere decir que no debamos darnos algún capricho de vez en cuando, cada cual hace lo que quiere con su dinero, pero si queremos contribuir al cuidado del planeta podemos empezar por controlar esa parte de nuestros hábitos.

consumo responsable, productos sostenibles
Podemos ver todo con un ejemplo. ¿Qué debemos hacer cuando vamos al supermercado? Crédito: Freepik.

Un ejemplo práctico de consumo responsable

Ya hemos visto que es complicado buscar un producto 100 % sostenible. De hecho, es una etiqueta bastante engañosa que se usa en ciertos productos y que estará muy castigada en la mayor parte de casos a partir de marzo de 2026 a causa de una nueva normativa europea

Dejando eso a un lado, vamos a ver cómo llevar a cabo un consumo responsable con un ejemplo práctico.

Nos disponemos a hacer la compra en el supermercado. Tenemos la lista hecha desde hace días. Antes de comenzar, podemos revisarla. Hay una cantidad bastante elevada de carne y solo unos plátanos en representación de los vegetales. El primer paso para realizar un consumo responsable, mejorando de paso nuestra salud, es disminuir la compra de carne y aumentar la de frutas y verduras. Es mucho más sostenible.

Hecho esto, llegamos al supermercado y vemos que lo primero de la lista es papel higiénico. Cuando llegamos a la estantería, observamos que hay varias opciones. Últimamente es mucho más fácil encontrar en cualquier supermercado papel higiénico reciclado. Buena idea, ¿no? Pero cuando vamos a comprarlo vemos que los rollos están dentro de un envase de plástico. En cambio, hay otra opción cuyo envase sí es de papel. Es la mejor opción. 

Después vamos a por la fruta. Los plátanos estaban en la lista, no se nos pueden olvidar. Hay plátanos a granel y otros que vienen ya en un envase de plástico. Son exactamente los mismos. ¿Pero realmente necesitamos el plástico? Para pesarlos en la báscula podemos usar la típica bolsa de plástico, una biodegradable u otra de malla. La biodegradable es mejor opción que la de plástico. Pero si compramos la de malla, aunque sea más cara, podremos reutilizarla otras muchas veces cuando nos dispongamos a comprar fruta. De hecho, casi mejor que el resto de fruta la compremos más tarde en la frutería y llevemos mallas de tela. 

Llega el turno de los yogures. Hay unos que tienen un reclamo en grande en el que pone que el envase es reciclable. Qué bien, ¿no? En cambio, no pone qué porcentaje del envase es realmente reciclable. ¿El vaso de yogur? ¿La etiqueta? ¿La tapa? Al lado vemos otro que señala que el envase se puede separar. Por un lado el cartón, por otro el plástico. Además, vemos que el plástico tiene un triángulo con flechas y, dentro, un 6. Vaya, es un plástico difícil de reciclar. Justo al lado tenemos otro con el código 1. Es menos habitual en yogures, pero empieza a verse en algunos. Si es posible, siempre será una mejor opción, ya que es uno de los plásticos que mejor se reciclan. 

Anda, nuestra abuela nos pidió que le comprásemos mandarinas. Casi se nos olvida. Vemos una bandeja de plástico con unos cuantos gajos de mandarinas envueltos en más plástico. Qué atrocidad. Pero entonces recordamos que, con los temblores de la edad, la abuela tiene ya cierta dificultad para pelar las mandarinas. Le hará ilusión que cuando vayamos a verla le llevemos una mandarina que se podrá comer con facilidad. Eso también es sostenibilidad. Aunque también podemos pelársela nosotros y llevársela en un tupper reutilizable. Aunque debe ser justo antes de su consumo, ya que la conservación no será la misma que si los gajos se encuentran al vacío. 

Por supuesto, tener todo esto en cuenta es complicado. No se trata de generarnos un ataque de ansiedad cada vez que vayamos al supermercado. Pero interiorizar algunos de estos pasos, solo algunos, y ponerlos en práctica cuando hagamos la compra ya es un paso ganado hacia el consumo responsable. ¿Qué tal si empiezas hoy?

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